En el mes de octubre de
1963 apareció un brazalete de casi medio kilo de oro, entre las arenas de una
obra que se estaba edificando en una céntrica calle de Villena. José María
Soler, en calidad de Comisario Local de Excavaciones Arqueológicas del
Ministerio de Cultura recibió la noticia y decidió realizar con sus
colaboradores una excavación arqueológica en el lugar de procedencia de
aquellas gravas, la Rambla del Panadero, en la vilenense Sierra del Morrón. Estos
trabajos pusieron al descubierto, al atardecer del 1 de diciembre de ese año el
Tesoro de Villena, hallado en el interior de una vasija de cerámica que había
sido ocultada en dicho paraje.
Las
piezas
El Tesoro está formado en
su mayoría por piezas de oro: 11 cuencos, fabricados con chapa de oro batido;
28 brazaletes que constituyen el conjunto más numeroso con piezas lisas,
molduradas y caladas; tres botellas, y varias piezas diversas. También lo
forman cinco botellas, dos de oro y tres de plata, fabricadas en una sola
pieza; dos piezas mixtas – un botón de ámbar y oro y un remate de hierro y oro-
y, por último, un brazalete de hierro.
En total casi 10 kilos de
oro de gran pureza, y más de 600 gramos de plata.
El
significado
La inexistencia de restos
arqueológicos en las inmediaciones del lugar del hallazgo conlleva una serie de
dificultades a la hora de valorar su significado y atribuirle una cronología. Según
su descubridor, estamos ante una ocultación realizada por un jerarca o rey, o
por un grupo de individuos en un momento de peligro.
Los cuencos y las botellas
podrían interpretarse como una vajilla de tipo religioso o de lujo de uso
doméstico. Los brazaletes son objetos de adorno personal que conservan señales
de uso. La existencia de un cetro quizás haga relación a la pertenencia del
tesoro a un solo individuo o familia de alto prestigio. También puede tratarse
en su conjunto de una dote femenina, o, de una acumulación de oro de un
orfebre, etc.
En cuanto a la cronología,
algunos investigadores, entre ellos J. M. Soler, aceptan como fecha de la
ocultación el año 1.000 a C. Para defender esta hipótesis se basa en varias
cuestiones como la tipología de la vasija utilizada para la ocultación, ya que
el análisis de la pasta y la forma se corresponden con la cerámica local de los
momentos finales de la Edad del Bronce. Por otro lado, la presencia de dos
piezas de hierro junto a otras de oro y plata, es fiel reflejo del valor
precioso del hierro antes de su uso generalizado para la fabricación de armas y
utensilios durante la Edad del Hierro. La introducción de este metal en la
Península se relaciona con contactos mediterráneos que se inician alrededor del
año 1.000 a C.
Otro indicador cronológico
según J. M. Soler se halla en la correlación existente entre el Tesoro de
Villena y el Tesorillo del Cabezo Redondo. Éste está fechado en el momento de
abandono del poblado en torno al año 1000 a.C. Los paralelos entre las joyas
del Tesorillo - anillos moldurados y un fragmento de lámina con púas – y
algunos de los brazaletes del Tesoro, le induce a pensar que se trata de dos
depósitos efectuados al final de la Edad del Bronce.
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